Ellos son los culpables de mi decepción el día de hoy, cuando decidí escribir sobre “la raza de bronce” a manera de sana para todos los que esperaban(mos) ver el medallero olímpico con unas cinco de oro, diez de plata y dieciocho de bronce; y eso para no vernos tan abusivos. Resulta que esperaba encontrar de inmediato alguna referencia a nuestra raza y encontré que el término Raza de Bronce tan traído y llevado correspondía a la novela del mismo nombre escrita por Alcides Arguedas, novelista ensayista y político boliviano quien la publicó en 1919. Es tan reconocida que se le considera una de las mejores novelas de Bolivia y es la precursora del indigenismo o cuando menos de la novela indigenista, de amplio contenido social y crítico para la desigualdad y exclusión a los nativos originales de nuestro continente y particularmente los bolivianos. El argumento es trágico y realista sobre el abuso de hacendados y poderosos contra las mujeres y hombres de aquellos lares. Los personajes principales son una pareja que enfrenta las crueldades en un plano de esclavismo. Todo muy parecido a nuestra historia que a veces aún se repite en las regiones más alejadas. Tiene pasajes imperdibles como: “Una de las lucecillas trocóse en antorcha, y la antorcha en llama. La llama ondeó, roja, en la oscuridad, como lengua de reptil; y mil chispas, crepitantes, saltaron de su cuerpo, desvaneciéndose en lo alto de las sombras. Otro grito humano, agónico y penetrante, rompió el silencio ahora velado por las sombras, y volvieron a aullar los perros con furia…y los gritos de terror y de angustia, hasta confundirse todas las voces en un solo aullido pavoroso, indescriptible…”; otro: “También he pensado que sería bueno aprender a leer, porque leyendo acaso llegaríamos a descubrir el secreto de su fuerza, pero algún veneno horrible han de tener las letras, porque cuantos las conocen de nuestra casta se tornan otros, reniegan hasta de su origen y llegan a servirse de su saber para explotarnos también”,
Ya cuando terminé la lectura y comentarios -que valen mucho la pena-, aunque complacido del hallazgo en esa novela indigenista, estaba seguro de nuestra tragedia: También habíamos perdido el Bronce como denominación de origen…de nuestra raza. Total, que ya ni el bronceado de tres o cuatro medallas nos podía reivindicar lo que yo hacía tan nuestro: Ser la Raza de Bronce. Pero oh sorpresa, empecé a recordar a Juárez y encontré a Don Amado Nervo, quien, para mi entender cronológico, es sin duda quien acuñó la frase con la que hoy he querido olvidar nuestros frugales y parcos resultados deportivos: La Raza de Bronce, obra de este distinguido literato y poeta mexicano, que fuera presentada el 19 de Julio de 1902 en la Cámara de Diputados. Un botón de muestra: “El español martirizó mi planta/ sin lograr arrancar de mi garganta/ ni un grito y cuando el rey mi compañero/temblaba entre las llamas del brasero:-¿Estoy yo, por ventura en un deleite?- le dije y continué/sañudo y fiero/mirando mis pies en el aceite…” Amado Nervo rescata la parte positiva, la gloria de la raza: Señor deja que te diga la gloria de tu raza/la gloria de los hombres de bronce, cuya maza/melló de tantos yelmos y escudos la osadía/ oh, Caballeros Tigres!./ ¡0h, caballeros Leones!/!Oh Caballeros Águilas!, os traigo mis canciones; /Oh enorme raza muerta! Te traigo mi elegía”. El poema se compone de 186 versos largos y muy elogiados por los conocedores. Aunque habla de una Raza triste y en ocasiones de una Raza muerta.. Tal vez nos llegue a suceder igual o quizá seamos privilegiados de ver un cambio. Mi optimismo me lo dice. Por lo pronto, por obra de Amado Nervo y por nuestras costumbres olímpicas, está claro que sí somos la Raza de Bronce.