La propuesta de la que se ufana el Químico Octavio Pedroza Gaytán, respecto a un apoyo para las mujeres en condición vulnerable y que asciende a la cantidad de $1,200.00, puede resultar de una visión bien intencionada de alguien a quien presumo bien intencionado; pero lastimosamente se trata de una propuesta equivocada y desfasada de la realidad. De hecho y sin ánimo de hacer escarnio de Octavio, me hizo recordar aquella tonadilla que dice: “Mira Bartola, hay te dejo esos dos pesos, pagas la renta, el teléfono y la luz…de lo que sobre, guardas hay para tu gasto, pero el resto me lo pones para echarme mi alipús…” Y es que, para el humor y sabiduría del genial Chava Flores, no escapaba la observación analítica de los fenómenos sociales que como este dejaban en claro no solo la fregadez de la gente sino aspectos culturales como el trato desigual para las mujeres.
El tema sigue siendo el mismo: la mujer debe aguantar, cuidar, cocinar, vestir, comprar, limpiar y mantener limpio; arreglarse y vestirse al gusto del marido, del papá, del hermano o de quien venga haciendo las veces de patriarca y para ello le tiene que alcanzar con lo que les den. Súmele la “recomendación” de Octavio de que preferentemente no trabaje fuera y si tiene que hacerlo, debe dedicarse el mayor tiempo a cuidar a sus hijos. Solo faltó que dijera tal y como la manda la Santa Iglesia, misma a la que refiero no de oquis, sino porque forma parte toral del problema de culturización patriarcal machista que nos afecta, ya lo he dicho, hasta en la economía y que viene a ser parte y origen de la violencia que vivimos en todo tipo de presentaciones. Y tampoco es gratuito que haya escogido este tema para aburrirlo a usted o para dedicárselo a alguien que ha tenido conmigo un trato de amistad siempre, lo que sucede es que no solamente se ufanó de su propuesta, frivolizándola políticamente, sino que retadoramente publica un twitter en el que palabras más palabras menos, enfrenta a quienes lo han llamado misógino por sus referencias a las damas, o mejor dicho a las mujeres. La verdad es que con ello confirma que los es irremediablemente y si le sirve de descargo yo le diré que muchos hombres en México y en el mundo lo somos; pero habemos quienes estamos esforzándonos por abandonar esas prácticas que hasta de forma inconsciente ponemos en evidencia.
Hay algo que no puedo achacarle a Octavio: No es un hombre falso. El así piensa y así fue formado. Además, pertenece a una corriente política, la de Acción Nacional, en la que habría sido muy mal visto decir otra cosa. De por sí, tal vez por estar a la moda, se está exponiendo con estas propuestitas públicamente contra sus principios y convicciones. Igual debe sucederle si le pregunta usted de la libertad de las mujeres a disponer de su cuerpo; si le pregunta del aborto, de la interrupción del embarazo, del uso del condón u otros anticonceptivos. Es por demás, eso no se quita con gripa.
Las propuestas que está haciendo no son suficientes y menos aún novedosas, las pusieron en práctica los gobiernos de izquierda (horror) en el Distrito Federal y luego las han replicado otras fuerzas políticas en diferentes momentos. Muchos programas federales de diferentes sexenios y colores han ejercitado diversos apoyos asistenciales que la ultraderecha consideraba paternalistas e irresponsables y que países de primer mundo y agencias de la ONU manejan desde hace décadas. Sin embargo, la cantidad que propone Octavio y que manejan los medios es más exigua que muchos otros programas ya realizados. Las propuestas no deben ser para parecer políticamente correctos o acordes con los tiempos de equidad. Si de verdad se quieren atacar estos problemas debe crearse todo un sistema estatal de apoyo en la equidad, que promueva el empleo bien remunerado de las mujeres; que remunere justamente los cuidados hacia la familia, el empleo casero de las amas de casa; que pague y garantice un sistema de salud para las empleadas domésticas; que organice un sistema suficiente de guarderías,. Pero por encima de todo: por favor ya no confundamos a las mexicanas con LA BARTOLA, porque terminaremos siendo nosotros los bartolitos de ellas.