Quienes aspiramos a entender la política y la observamos como fenómeno, solemos hacer proyecciones e imaginar escenarios sobre hechos que pueden verificarse, acomodos y reacomodos de fuerzas políticas; resultados electorales y diagnósticos aproximados de lo que en forma más o menos lógica puede esperarse respecto a la adquisición, el ejercicio y en su caso el mantenimiento del poder estatal. No quiero decir que los que comentamos estos temas acertemos sobre lo que se analiza, pero al menos existe alguna sistematización basada en el estudio y consideración de lo que debe esperarse de las fuerzas y actores políticos; lo que debieran ser actos congruentes con los perfiles que se ofertan, los principios que se enarbolan; los programas de acción y la plataforma de cada instituto, corriente política o individuo político. Pues bien, lo que ha venido sucediendo en el escenario del proceso electoral que ya venimos experimentando desde octubre pasado, es algo que me ha preocupado mucho porque NO LE ENTIENDO NADA.
Ante esta preocupación que empezaba a lastimar mi ego y que hasta me hizo sospechar desde un problema neuronal hasta la falta de objetividad, pasando por la negación y la desinformación, me propuse revisar nuevamente estos aconteceres potosinos despojándome en todo lo humanamente posible de mis preferencias, filias y fobias: atrás tuve que dejar berrinche, coraje y tristeza, sentimientos que me produjo el absurdo desperdicio de un gran talento y capacidad como estadista, político y jurista experimentado en la persona del Lic. Juan Ramiro Robledo Ruiz, quien habría sido un excelente candidato y mejor gobernador, además afín a una democracia social que se supone como tendencia o al menos preferencia del partido MORENA. Una verdadera lástima que hayamos perdido esta oportunidad y peor aún, por circunstancias y mecanismos imprevistos en las reglas de competencia a las que éste y otros aspirantes se habían sometido inicialmente y que fueron transformándose en caprichosos tumbos y superficiales impulsos de una dirigencia partidista que no respeta ni sus propias y muy contradictorias decisiones. En otro ángulo del escenario pude ver como se hicieron trizas las declaraciones de principios de las tres fuerzas políticas más importantes de las últimas décadas; como se disolvieron de un plumazo los posicionamientos aparentemente irreconciliables de PRI, PAN y PRD puestos al servicio ya de forma descarada, de una oligarquía obstinada en mantener y recuperar los privilegios y ganancias de antaño; lo que en el ámbito local se tradujo en un drama por el que varios actores enfrentados casi a muerte, han terminado escenificando degradantes farsas; óperas bufas en las que traición e infidelidades se cantan a pulmón abierto y donde muchos de quienes menos se esperaba se ufanan de sus engaños cual si fuesen hazañas de epopeya. Usted seguramente conoce estos casos verificados tan sólo en dos meses, en los que el tablero de ajedrez con todas sus piezas, peones y militantes han sido arrojados cuantas veces se antoje, por una soez y arbitraria patada de las cúpulas politiqueras.
¿Esto es la política? Claro que no. Por eso no le entendemos, porque es politiquería. El Maestro Andrés Serra Rojas en su Diccionario de Ciencia Política lo dice claramente: “Politiquería”. Maniobras sin principio para lograr algún objetivo, generalmente encubierto. Demagogia, intriga. “Politiquear” Actividad que realizan personas o grupos con el fin de lograr sus propósitos políticos, sin reparar en la naturaleza superficial o dudosa de lo que hacen. Es un término despectivo. Indica que quién realiza la acción trata de servirse de la política para fines oscuros. “Politiquero” individuo que continuamente anda mezclado en asuntos políticos pero que carece de talla para ser considerado político ni tiene conocimientos profundos sobre política. El término también tiene cierto matiz de intrigante en los círculos de poder.
¿Qué será de las militancias? ¿Asumirán que esa es la política correcta? ¿Si así fuere, seguirán siendo militancia? ¿Se podrá confiar en una militancia así? ¿Qué obligación tendrían entonces para con sus dirigencias, sus principios y reglas? ¿Qué nos falta ver en este proceso? ¿las próximas luchas serán ideológicas? ¿Programáticas? ¿Serán entre partidos o solo entre cúpulas? Al tiempo.