La llegada de una nueva administración sexenal durante 80 años de hegemonía priista, significaba una purga leve e interna que muchas veces podía durar solo una temporalidad o como máximo un sexenio completo, con la dizque alternancia del año dos mil que para muchos habría tenido que ser una purga severa por la contradicción ideológica que de origen existía entre la fuerza política desplazada y la que en “brega de eternidad” -según Gómez Morín- había combatido al régimen inicialmente revolucionario, resultó casi tan leve como un cambio de estafeta entre tricolores.
Con la elección de hace dos años, la purga ha comenzado de forma natural en la administración y de modo gradual pero firme en el sistema que empieza a consolidar políticas públicas y gobernanza mas específicamente dirigida a la asistencia social y crecimiento de beneficios a los sectores más desprotegidos; ha disminuido la dispersión de beneficios fiscales, estímulos, exenciones, “olvidos administrativos” etc. No solo se han cambiado funcionarios sino programas, etc. Pero en lo estrictamente político está pendiente algo que naturalmente tendría que darse: la purga de los propios que no se ajusten, de la mezcla de simpatizantes, disidentes y militantes en un partido organizado de forma abrupta para un arribo inminente del cambio que aún amorfo pero ya inaplazable, representaba en liderazgo individual y único López Obrador. Si en todos los partidos y movimientos triunfantes se presenta el fenómeno de replanteamientos, escisiones, exclusiones y hasta expulsiones, en Morena por su composición reciente y variopinta no puede ser la excepción y creo que el momento habrá de intensificarse después de las elecciones de 2021.
David Jourdan, en el Robespierre que analizó magistralmente escribe: Las purgas son tal vez inevitables en las revoluciones. Lo fueron en la Revolución Francesa. El ardor, el peligro, el fervor y la exaltación morales contribuyeron a acallar o disuadir cualquier espíritu de transacción. No había lugar ni siquiera para una oposición leal. Esta fue la actitud de los jacobinos desde los comienzos de la revolución. El preámbulo de las primeras reglas redactadas por la Sociedad estipulaba las condiciones de la afiliación y se mostraba intolerante con las divergencias. “La fidelidad a la constitución, el deber de defenderla, el respeto y sometimiento a todos los poderes que establezca” eran las primeras leyes que se imponen a quienes quieren ser admitidos a estas sociedades, Se solicitaba a los miembros que que tuvieran y mostraran amor a la igualdad y esa profunda sensibilidad a los derechos del hombre que lleva a la defensa de los débiles y los oprimidos. Los que se afiliaban no solo aceptaban esas condiciones sino que anunciaban tácitamente su deseo de exclusividad.
La justificación teórica de las purgas había sido elocuentemente formulada el 13 de Noviembre de 1792, en otro contexto, cuando Saint Just inició los debates en el juicio del rey con su discurso inaugural .Su novedosa tesis había sido que Luis XVI era un extranjero en medio de franceses. No pertenecía a la nación ni al cuerpo político y, sin duda, no pertenecía al pueblo. Por lo tanto no podía apelar a la protección que se da a los ciudadanos o a libertades y derechos civiles, incluyendo el derecho a un juicio, que solo corresponde a los ciudadanos. Esta ruptura muy original con la tradición del Contrato Social , en que se basaban la mayoría de los análisis políticos de este siglo, estableció un fundamento para la exclusión que funcionó tanto para el Rey como para los jacobinos en falta. Los que no eran patriotas ardientes se situbana fuera de la sociedad. Había qu efectuar una purga para evitar la polución.
Morena debe ser cuidadosa, pues los mismos Jacobinos se autodestruyeron y terminaron quedando solos. Las purgas saludables no parten de dogmas, ni estigmas, ni sospechas, ni visiones exclusivistas.