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Opinión Retruécanos
EL MISTERIOSO ASUNTO DE LOS DESTAPADORES
04/10/20 | 10:12 | Por: Pedro Olvera Vázquez
“No dejes de hacer ni pensar loqueras o te volverás loco...lo queras o no” Pedro Olvera V.
Érase que se era una elección muy joven, tanto que apenas había dado a luz su antecesora como resultado del embarazo electoral anterior, mediante la toma de protesta de los electos y automáticamente se generaron expectativas unipersonales. Este tipo de expectativa o ganas unipersonales son aquellas que se refieren a una inquietud legítima, pero precoz; auténtica, pero con un escaso sustento en la fortalecida autoestima del sujeto entusiasmado por sus propios pensamientos que a su vez sufre una alteración tal, que se proyectan en lo que se pretende como un sentimiento colectivo urgido de ver a ese sujeto víctima de la dichosa expectativa, investido de tal o cual encargo público. Pues en la elección protagonista de este relato, las expectativas unipersonales habían causado una serie tal de contagios, que obligaron a la OMSAME (Organización Mundial de la Salud Mental Electoral) a declarar una prepandemia electorera y a dictar medidas de distanciamiento social así como el uso de tapabocas triple que impidiera en lo posible emitir cantos de sirenas; así como lentes que evitasen ver o imaginar seguidores, persecuciones y monstruos que pudieran conflictuar más de la cuenta la obtención de virus, es decir votos. Pues las ganas- expectativas cundieron y surgieron muchos tapones sin destapar desde la primera infancia de la elección, de suerte que faltando unos tres años para su madurez, según cálculos de la CIATICA (Central de Inteligencia Anti Calenturas) se habían presentado ya en la comarca tunera gran cantidad de infectados por este síndrome en sus modalidades sexenal y trianual; la propagación fue tan extendida y variada como los colores que presentaban los contagiados: Verde salpollido, Moreno trigueño, aperlado o intenso; azul tempranillo, azul calderonia, azul Coparmes; Rojo trigarante, Rojo amorenado, tostado, encendido o quemado humeante; amarillo “no me pongo”, amarillo bilis, amarillo “azulcrema”; naranja federalista; etc.

Todos estaban ya puestos y convencidos pero la tradición exigía o mandaba un apropiado “destape” -término acuñado en muchas décadas de aparición cíclica de esta enfermedad según establece el IDEPO -Instituto para Devolverle al Pueblo lo Olvidado- que presentara en “sociedad” al pretenso a cualquier cargo pero, con la alternancia y recontra alternancia en el poder político, los “ejes articuladores” -nombre elegante que los politólogos daban a los destapadores- no había quien destapara con todo el honor, dignidad y parafernalia matraquera que la liturgia y misterio del tapado exigían también como una forma de control de los aspirantes a tapones o como se les diga a los que quieren ser destapados. Ante tal urgencia y de frente al “Misterio de los Destapadores “que no querían aparecer, los tapados o tapones según sea el caso, no sabían que hacer pues ni tenían quién los destapara o encontraban a charlatanes que de plano destapaban con tan poca fuerza que no se lograba el efecto estremecedor o champañero de un buen destape que para serlo requiere de una especie de estallido seco pero contundente, seguido además de un chorreadero y salpicadero de Pódium en Fórmula Uno. También se presentaba el fenómeno de los destapadores chafas y protagónicos que suponían destapar cuando en realidad taponeaban más al tapón o pseudo tapado.

La conclusión a la que llegaron es que los destapadores clásicos ya no existían; que los que el mercado destapodorístico ofrecía no eran legítimos pues en cualquier destape despostillaban la rosca ...y eso había que cuidarlo mucho. En fin, que ante tal situación los urgidos y desesperados empezaron a destaparse solos como trapecistas sin red, arrojados a su propio impulso y a la buena de Dios. La política es una locura como la de los gambusinos, la de los jugadores, la de la artisteada, la de los poetas y hasta de los periodistas y analistas; es una de tantas locuras y loqueras que pueden afectarnos y que a veces es necesario vivir antes que arrepentirse de no arriesgar.
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