Miles de ellos cuestionan si el virus existe, si la pandemia lo es, si realmente es tan grave el problema o son planes malévolos del imperialismo Yanqui, Chino, Bill Gatesiano, Británico, el FMI o cualesquier formidable enemigo que la política ficción financiera que aparece frente a cualquier evento crítico y para la que nos pintamos solos, pudiera imaginar. Desde luego lo que más acontece, aquí y en China, es la descalificación y cuestionamiento ha ya saben quién: El Gobierno. Ya lo había comentado a propósito del trance que enfrenta Donald Trump, el desgaste en cualquier gobierno es de por sí natural, pues el ejercicio del poder conlleva darles gusto a unos y disgusto a otros; y cuando esos "otros" disgustados tienen manera de golpetear lo hacen, cuanto más fuerte puedan mejor; pero sobre todo cuando en el ataque presupuestan la oportunidad de cristalizar intereses particulares. A mayores problemas, aunque sean ajenos o similares a los de otros países, mayor la oportunidad de socavar al adversario; solemos comportarnos como carroñeros, come hienas que ven herido a su objetivo. Es la naturaleza humana pero se potencializa cuando el premio es el poder y el escenario en la política.
En El Infierno, la primera parte de la Divina Comedia de Dante, Virgilio el poeta conduce a este por la Riberas subterráneas del reino de Hades, y respecto a los diversos penitentes y condenados que va encontrando a su paso registra que cada uno de ellos tienes sus justificaciones y argumentaciones para encontrarse en alguno de los sitios del Reino de Hades, sin distinción de clase, raza, preparación intelectual, etc. Todos iguales ahí metidos, tal como puede acontecer en esta pandemia. Al igual que le sucedió a Dante por doquier se escuchan gemidos y lamentos todo el mundo se queja sobre todo cuando se encuentra encerrado. El encierro y el Infierno se viven de muchas maneras en un solo día; en un solo día se pueden vivir 40 infiernos: 40 encierros; en uno mismo con los demonios del estrés por no tener ya trabajo, por el temor o inminencia de perderlo; por la enfermedad que nos ha alcanzado o por el temor a que llegue a alcanzarnos; el encierro que viven aun los que no están recluidos en su casa o en algún hospital pero que tienen que salir sin cancerbero ni guía alguno como Virgilio a enfrentar al demonio más temible por ser desconocido: el coronavirus. No hablo solamente de los médicos, enfermeras, técnicos y empleados de sanidad sino de los obreros y obras que se arriesgan para que otros muchos puedan sobrevivir; hablo de los empleados esenciales que se aplican en la confección, distribución y ejecución de programas emergentes de apoyo económico para las familias; las micro, pequeñas y medianas empresas que representan la posibilidad de conservar empleos para la población, la posibilidad de mantener lo más estable que sea posible la economía evitando que la inflación se dispare fuera de cualquier alcance. Todo esto no será posible aún con el sacrificio de muchos héroes como albañiles, mecánicos y otros actores que ya enumere. Habrá un costo muy alto para todos y en todos los países; la prioridad superior a la económica es la salud y es por donde nuestro gobierno estatal y federal ha decidido empezar, pero no faltan los oportunistas y buitres que aprovecha el momento: no importa la deslealtad de hacer aparecer como errores las políticas públicas que se hacen o dejan de hacer en un momento de emergencia.