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CUENTO DE CUARENTENA
12/04/20 | 11:17 | Por: Pedro Olvera Vázquez
Me levanté con desgano en la madrugada de este jueves Santo de la cuarentena. Pensé que no tenía ningún caso ir a buscar lo que no existía como siempre me pasaba cuando mi mujer "oía" algún ruido.
Pero en esta ocasión lo que me levanto fue un misterioso sonido que no podía describir pero que parecía burbujear, lo cual me hacía razonar que podría estar imaginando ante la imposibilidad de identificar ese ruido. Lo habían escuchado mi esposa y mi hija menor que eventualmente nos visita y quizá me habían insistido tanto que podría estar influenciado; no lo sé, pero intrigado sí lo estaba y mi curiosidad me había vencido como a un gato...siempre sucedía así. Como el "burbujeo" provenía de una recámara en cuyo closet se guardan cobijas, trebejos, libros, ropa de invierno y algunos juguetes, empecé a mover objetos y el burbujeo se produjo otra vez, ahora sí de forma clara y nítida.

Y ahí estaba la culpable del ruido: una pequeña Arca de Noé que se mantenía completa y sin raspones o descarapeladas como sucede con juguetes al poco tiempo de uso. Esta simpática barquita llena de personajes había servido ya a varios pequeños en la familia, curiosamente estaba en perfecto estado y con la batería que permite producir ese y otros sonidos de los animalitos que ahí "viajan" y que se activaba de pronto a cualquier hora pero especialmente a media noche. Estiré mi brazo para alcanzarla y buscar el interruptor que la inactivara junto con los sonidos que nos habían inquietado, hasta que sentí en mis manos la madera del borde de la cubierta del Arca -Qué raro, creí que el juguete era más pequeño y de plástico-. No obstante seguí aferrado y como pude me afiancé con el otro brazo y logré subir a cubierta. Reconocí a Noé que había soltado el timón para asirme al tiempo que me decía: ¡Bienvenido a bordo! Te mostraré la nave. Me pasó la mano cordialmente sobre mi hombro y me guió por la cubierta inferior que era muy amplia y en donde me presentaba como su invitado con un león muy agradable que contestó mi saludo con un rugido sonoro pero cordial; el tigre me sonrió y produjo una especie de maullido más grave y fuerte que el de un gato pero no tan impresionante como el del Rey de la Selva, en idiomas que no sabía pero que podía entender a la perfección; me dijo que hacía mucho no veía a seres humanos además de Noé y su familia. Luego visitamos a una jirafa que pastaba en la cubierta de la popa, me explicó con un idioma de relinchos más agudos que los del caballo, que aprovechaba su estatura para apoyar a Noé como vigía y a veces como enlace con los animales de la parte superior. En el mismo nivel del barco pude platicar con un elefante de bramidos que al principio me estremecieron, pero cuyo contenido era muy alentador pues hablaba de la unidad y la memoria que les permitía entenderse en las diversas lenguas de las especies ahí reunidas. Todos contestaban en su particular idioma con gran confianza y sin mal interpretar, en una especie de asamblea que aquel magnífico elefante organizó improvisadamente, auxiliado por un chimpancé que se desplazaba entre todos los habitantes del Arca con su lenguaje de pequeños pujidos y gritos escandalosos que todos entendíamos. En la cubierta superior encontramos ovejas, caballos, cerditos y vacas que con sus sonidos hacían una autentica granja parlante y risueña. Noé aprovecho la reunión y los invitó a que me enteraran de la gran comunicación que existía entre todos, el respeto de sus espacios, lenguajes y movimientos naturales a cada especie. De cómo habían atravesado tormentas y carestía; epidemias como la que los humanos enfrentábamos en ese momento, de cómo habían vencido pensando en el futuro de todos, incluso de los hermanos que no habían nacido o empezaban a nacer en el barco; sin olvidar a los viejos como la tortuga y el camello. Noé me dijo que no cayéramos en desesperación y recordáramos cuánto tiempo había durado el diluvio, la calma posterior a la tormenta y por último el avistamiento de tierra firme. Ustedes los humanos pronto verán tierra firme pero deben permanecer unidos y solidarios...aunque no tan juntos. Respeten su espacio vital. -¡Buena Suerte! dijo cuándo me desembarcó y se alejó con aquel sonido de burbujas que hacía su barquita. Al día siguiente dejé tal como estaba el Arca y ésta siguió produciendo alegremente los sonidos de cada animal.
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