Lo que parecía una transición tersa, al ganar Claudia Sheinbaum las elecciones con una amplia ventaja, se ha complicado debido a la inexplicable urgencia de López Obrador por asegurar la reforma judicial y la eliminación de organismos autónomos en el último mes de su mandato.
Particularmente la reforma judicial ha provocado una crisis política y económica de fin de sexenio. Hay varias señales preocupantes.
En unas semanas el gobierno de los EUA detuvo al Mayo Zambada y a Joaquín Guzmán Beltrán, alias el “Chapito”; liberó a Osiel Cárdenas Guillén, exlíder del Cártel del Golfo y creador de “Los Zetas”; para colmo convirtió en testigo protegido a Ovidio Guzmán, otro de los hijos de “El Chapo”.
Esto ocurre mientras diversas instancias de los EUA hacen expreso su rechazo a la reforma judicial, desde altos funcionarios del Departamento de Estado, la Embajada de ese país en México, legisladores, cámaras empresariales, entre otras. Ya solo falta que el presidente Biden y Kamala Harris se pronuncien al respecto.
En política no hay coincidencias, o son mensajes para el gobierno de AMLO y para la futura presidenta o algo están tramando los vecinos del norte.
Además del factor EUA, hay otros notables, como el hecho de que por primera vez en décadas los jóvenes salen a las calles, quizá desde que Claudia Sheinbaum era una aguerrida militante del Consejo Estudiantil Universitario (CEU) que cerró la UNAM por meses, poniendo en jaque a la rectoría y al gobierno de Ernesto Zedillo.
Alumnos de universidades de todos los signos y niveles sociales, desde la UNAM hasta la Ibero, el ITAM y el Tec de Monterrey han salido a las calles para rechazar la reforma judicial. Ya se verá este 1 de septiembre, cuando el presidente AMLO rendirá su último informe de gobierno, de qué tamaño es la inconformidad de los jóvenes.
Además de lo anterior, está lo obvio, el rechazo de los trabajadores del poder judicial a las reformas, así como de jueces, magistrados y ministros; los empresarios nacionales, la oposición y los líderes de opinión del país, todo lo cual restará tiempo y energía al gobierno de la nueva presidenta Claudia Sheinbaum, que en lugar de entrar con temas favorables relacionados con su agenda de transformación, deberá dedicarse a apagar fuegos iniciados por otros.
Comentario aparte merece el tema económico. El peso se ha depreciado un 13.8 por ciento desde las elecciones de junio al cierre de agosto. Si la reforma avanza seguramente la tendencia continuará. Las calificadoras internacionales advirtieron que quitarán el grado de inversión a México, lo que propiciará aumento de las tasas de interés para todos, desde el gobierno, empresarios y ciudadanos. La inversión privada muestra signos de retroceso, dado que hay pocos proyectos de nuevas empresas para instalarse en el país, solo se registran reinversiones de utilidades.
Además, el dinamismo económico se ha ralentizado en los últimos meses y se espera que este año el crecimiento del PIB apenas supere el 1 por ciento.
Con ello el sexenio de AMLO será el de menor crecimiento promedio anual del PIB en más de 30 años, desde el sexenio de Miguel de la Madrid.
El promedio de crecimiento del PIB de los sexenios “neoliberales” estuvo arriba del 2 por ciento, desde Carlos Salinas hasta Enrique Peña Nieto. En el de AMLO será de la mitad.
¿Qué motivó a AMLO a crear un caos al final de su sexenio? Es una incógnita, porque no se trata de un personaje ingenuo políticamente. En una situación normal no pondría en riesgo el arranque del gobierno de su consentida, Claudia Sheinbaum. Algo hay atrás que podría brotar en el futuro.