El otoño es una estación de cambios importantes: las temperaturas bajan, la humedad aumenta, las horas de luz se acortan y la presión atmosférica disminuye. La transformación de la naturaleza influye en el adecuado funcionamiento del organismo, que también padece alteraciones.
A partir del equinoccio de otoño cada individuo intenta adaptarse como puede a esa cascada de variaciones que se suceden a nivel celular.
SE RALENTIZA LA FUNCIÓN METABÓLICA
El metabolismo varía de una persona a otra dependiendo de factores como la genética, el sexo, la edad, la composición corporal, la cantidad de ejercicio que realiza y los cambios de estación.
El funcionamiento del metabolismo humano es complejo y debe tener en cuenta una gran variedad de condicionantes, pero cuando llega el otoño tiende a ralentizarse: las células crecen y se reproducen más lentamente, afectando también a la regeneración de tejidos.
Junto con esta desaceleración se produce también un descenso en la sintetización de proteínas, por lo que se tarda más tiempo en regenerar cabello, uñas, tejidos y huesos.
CAE LA ENERGÍA
El aumento de las lluvias, la progresiva bajada de las temperaturas y la reducción de la luz solar inciden directamente en los niveles de energía.
Al llegar el otoño el cuerpo disminuye la producción de serotonina (hormona de la felicidad) y aumenta la fabricación de melatonina (hormona del sueño). Estas alteraciones crean un cóctel explosivo que provoca aumento del cansancio generalizado y el desplome de las ganas de realizar actividades.
NECESIDAD DE MÁS CALORÍAS
El organismo necesita en otoño más calorías porque descienden tanto la temperatura ambiental como la corporal así que, para mantenerse caliente, el cuerpo necesita ingerir mayores cantidades de alimento.
La necesidad de aumentar la energía a menudo impulsa a las personas a consumir alimentos con un mayor aporte calórico, como los dulces y sus derivados, por lo que es conveniente recurrir a alimentos ricos en vitamina C y D, como los cítricos y los pescados grasos frescos.
CRECEN LAS INFECCIONES
Con la llegada del frío, el sistema inmunitario se hace más lento. Según un estudio de la Universidad de Yale, el descenso progresivo de las temperaturas va debilitando la primera línea de defensas de la nariz.
La consecuencia es evidente: crecen las infecciones respiratorias. Las personas no enferman porque haga más frío, sino porque su sistema inmunitario entra en contacto con más bacterias y virus, especialmente los rinovirus, que son los principales responsables de las enfermedades respiratorias.
Los ambientes cerrados son también grandes aliados para los gérmenes. El aire seco del interior de las casas y la poca ventilación implican un aumento de las alergias, los estornudos y la sequedad.