San Luis Potosí, S. L. P. México
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Sección: SLP Exprés
Bajo el sol y entre maquinaria, la ciudad toma forma desde el sur al norte
24/04/25 | 07:36 | Por: David Medrano
Cuadrillas trabajan entre pendientes, polvo y estructuras en la construcción de la Vía Alterna Poniente, una obra que transformará la rutina diaria de miles de personas que se desplazan a la zona fabril. (CRÓNICA)

A toda velocidad —la que permite una pendiente cubierta de polvos y piedras— cruzan vehículos pesados que transportan grava, arena y materiales; mientras, a su paso, con el característico sonido del claxón de esos monstruos de metal, saludan a su paso a trabajadores que, con un sol abrasante sobre de ellos, a temperaturas de 30 grados (y aún es de mañana), se esmeran en avanzar en la construcción del proyecto de movilidad de la Vía Alterna Poniente, que conectará el sur de la ciudad con la Zona Industrial tradicional. Los trabajos no estarán finalizados en el mes de abril, quizá hasta junio o un poco más, pero es de impacto visual cómo sube poco a poco la carpeta de concreto, cuatro carriles en la avenida Salk, combinado con el horizonte rocoso de la Sierra de San Miguelito.

 

Hay dos sonidos frecuentes que se escuchan en las áreas de trabajo: el del "tic tic" de los punzones golpeados con mazos de metal, con el que los maestros abren paso entre la tierra, instalan la guarnición central inacabada en un tramo de al menos 2 kilómetros; y el que parece un susurro, metros más arriba, cuando arrastran —escondidos del sol con cachuchas y mantas— tablones para darle figura al concreto vertido por toneladas y toneladas.

 

La Vía Alterna Poniente, por la avenida Salk, sube desde el Circuito Vial Potosí. Se diferencia de inmediato de la que proviene por la prolongación Juárez, porque lo hace entre casas de una zona urbana consolidada, con una única tienda de abarrotes en una esquina, en un trazo hecho hace tiempo y que se rompe en un tramo que inicia en un baldío donde estacionan unidades del transporte público de las rutas 9 y 53. Entre una tierra fina que levanta nubes de polvo a cada pisada, más trabajadores se inclinan —con sus mezclillas— en fosos inacabados, cajas de energía y drenaje aún no conectadas; y en las orillas, donde no hay banquetas todavía, en las que cada 5 o 10 metros exhiben, como tripas urbanas, las conexiones y tuberías de agua, sistema de saneamiento y cables para el paso de la electricidad.

 

También porque es más común ver inmensos llanos de tierra utilizados de basureros de materiales, más arriba, a 5 kilómetros desde el Circuito Potosí; porque la estampa es la de propiedades ejidales o comunales, desocupadas por completo, pero donde se alzan los matorrales, una que otra cactácea y árboles que combinan la estampa de la Sierra de San Miguelito con el caserío entre laderas, un cementerio privado, uno que otro salón de eventos, y el inconfundible rastro de piedras y ramas que serpentea con las bajadas de agua, cuando hay —a veces— lluvia en la ciudad.

 

La Secretaría de Desarrollo Urbano, Vivienda y Obras Públicas había dicho —aún a inicios del mes de marzo— que el cronograma de esa obra marcó a finales de abril como fecha de entrega. Sin serlo, el proyecto de movilidad urbana VAP fue diseñado para que la enorme carga vehicular que colapsa el sector industrial de la ciudad pudiera desfogarse con rapidez, con otras alternativas.

 

Otros trabajadores, encapsulados en cabinas de pocos metros, mueven una y otra vez palancas diferentes; desplazan con lentitud máquinas aún más grandes, para realizar excavaciones, abrir el trazo inconcluso de la prolongación Juárez, y preparar el terreno a los trabajos parsimoniosos de una persona que —acuclillado la mayoría del tiempo— clava estacas de madera en la parte central, la que divide el carril que será el sentido de bajada, y define el nivel con una metódica maniobra exacta, porque permitirá, cuando sea el momento, depositar las cantidades exactas de concreto y darle la suavidad a la circulación de los vehículos.

 

Aún inacabada, esa vialidad —que en su tramo final corre junto al tendido ferroviario, en la que avanza con lentitud un tren que nunca se acaba— corre cada 10 minutos, a veces menos, esas unidades pesadas que suben, llegan, se dan vuelta y bajan otra vez con la misma rapidez, pero más ligeros. Lo hacen en el punto en que, por arriba ya, cruzará el puente vehicular que enlaza con la Zona Industrial, en el eje 122, la VAP que proviene desde prolongación Juárez.

 

Es una colosal estructura consolidada, acabada en su esqueleto de concreto y hormigón, con las torres características de los modelos atirantados, en la que varios otros trabajadores la cubren como hormigas en diferentes puntos, esmerándose en avanzar lo más rápido posible. El puente pasa por arriba de la prolongación Juárez y del tendido del ferrocarril, cuyos trenes y vagones, después de la modorra de estar detenidos, continúan en ese trazo adentrándose por la Sierra de San Miguelito, para llegar a la región industrializada de Villa de Reyes, después a tierras guanajuatenses y, después, más allá.

 

A ese puente conectará —con una gaza como moño de concreto— la avenida Salk, después de subir kilómetros y conducir la enorme carga vehicular que la habrá, hacia la Zona Industrial.

 

En el Circuito Vial Potosí, muchos metros abajo, rugen los motores de los vehículos del servicio de transporte de personal, los del sistema urbano, aquellos que colonizarán esos llanos inmensos y a los polvos, mientras tanto.

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